miércoles, 3 de diciembre de 2008

Latidos

Luego de desperezarme un rato en mi cama, me levanté lentamente. Me encantan los fines de semana. Los disfruto minuto a minuto, haciendo todo lenta y pausadamente. Bajé los pies de la cama y pude sentir como la mullida alfombra acariciaba mis pies. Tomando el control de la radio, puse algo de música y comencé a hacer mis ejercicios de elongación. Por más que lo intento no logro recordar desde cuando tengo el hábito de comenzar el día estirando cada uno de mis músculos y liberando así toda la tención; pero me encanta. De abajo hacia arriba, tomando mi tiempo, sientiendo cada movimiento. Respira. Expira. Aclara los pensamientos, despeja la mente. Sin embargo, inevitablemente la realidad comienza lentamente a invadirme. Los últimos días han sido bastante difíciles. Piedras y bifurcaciones en el camino. Elecciones que han hecho daño y me han herido a mi misma. Pero, ante todo, lo importante es no detenerse. No bajar la cabeza y solo seguir adelante. Pero lo cierto, es que necesito un cambio, algo nuevo, algo distinto. El problema es que no sé como ni que. Ya terminados mis ejercicios, camino hacia la ducha. Dejo que el agua me recorra, mi ser y mis pensamientos. Tomo la toalla y me veo al espejo. Reflejo que no hace más que recordarme todo lo sucedido, lo perdido y lo causado. No obstante, vuelvo a tierra. Una música me devuelve al presente, me saca de mis cavilaciones. Corro a mi celular, pero sin lograr mi cometido. Muy tarde. Quien haya sido, no tuvo mucho paciencia. No lo suficiente como para esperarme. La historia de mi vida. Veo la pantalla. Mi corazón se desboca. Los latidos ascienden hasta mi boca. La sorpresa invade mi cuarto. ¿será posible que...?